Óscar Rodríguez de Vivero
Un orador de altura
El campeón de la Liga Española de Debate Universitario (LEDU) tiene altura física —mide más de 1,90—, pero también altura de miras, la que se necesita para reivindicar, con solo 19 años, la razón en un mundo donde la irracionalidad hace cada vez más ruido. Su siguiente objetivo es el Mundial de Oratoria de Buenos Aires, donde espera hacer gala de sus nervios de acero y de su presencia escénica para conquistar el título.
Con solo 19 años, Óscar Rodríguez de Vivero (Lugo, 2005) se proclamó campeón de la Liga Española de Debate Universitario (LEDU) —evento patrocinado por Iberia— y ahora está a un paso de convertirse en campeón del mundo de oratoria. Cualquiera en su situación estaría nervioso, pero este joven gallego guarda un as bajo la manga: sus minutos sobre una cancha de baloncesto. En las finales, cuando el balón quemaba y las muñecas se encogían, Óscar daba lo mejor de sí sobre el parqué y lo mismo hace ahora sobre el escenario durante los debates. A su nulo miedo escénico, se suma una imponente presencia que se apoya en su más de 1,90. Parece nacido para ello, pero este hijo de periodista cree más en el talento obtenido a base de esfuerzo: “El talento es la unión de capacidad y voluntad. En la oratoria influye esa parte innata, la de tener ciertas aptitudes para la comunicación, pero tienes que dedicarle muchas horas para lograr lo que te propones”. Tanto le apasiona debatir que ha lanzado su propio proyecto: “Más Debate nace en Lugo y nuestro objetivo es crear, a través de torneos de debate, una comunidad para fomentar el talento. Creemos que el debate puede jugar un rol importante a la hora de conectar el talento en regiones como Galicia”.
Óscar Rodríguez de Vivero, mejor orador de la Liga Española de Debate Universitario 2024. ¿Qué sientes al escucharlo?
Orgullo, porque es el premio que anhela cualquier debatiente en España. Justo hace un año fui a mi primera clase de debate en la Universidad Carlos III de Madrid, así que la progresión se me hace difícil de asimilar, pero estoy encantado. Yo empecé a debatir en el instituto en Galicia y ya había ganado varios premios, pero supone un gran cambio porque el nivel universitario es más alto.
Tengo entendido que, en parte, tu pasión por la oratoria te viene de familia.
Sí, viene de familia porque desde pequeño he pasado mucho tiempo en las oficinas de SER Lugo; mi padre trabaja allí y veía cómo grababan los programas. Además, tanto mi madre como mi abuelo son docentes y escritores. Así que seguro que parte de mi facilidad para comunicar a través de la palabra viene de ahí.
La siguiente cita es el Mundial de Oratoria de Buenos Aires. ¿Te ves trayéndote el título?
Es el objetivo. El Mundial son solo dos enfrentamientos, semifinal y final, y hay que ir al 100%. Que solo sean dos no le resta dificultad porque enfrente tendré a los tres mejores oradores en español del mundo, pero creo que tengo opciones porque vengo de ganar en España y tengo que aprovechar esa dinámica, ese estado de forma.
“Cuando el ‘todo vale’ entra en el debate público, corremos el riesgo de no poder distinguir lo razonable de lo que no lo es”
¿Y qué papel juegan los nervios ante una cita tan importante?
Yo tengo suerte porque a mí los nervios no suelen jugarme malas pasadas. De hecho, hasta me gusta esa sensación. Me viene de cuando jugaba al baloncesto y disputábamos finales, incluso de campeonatos de España, esos eran los partidos en los que mejor jugaba porque a mí los nervios me activan. Sí tengo que reconocer que los momentos previos a saltar al escenario son los peores, pero una vez me subo y veo al público se me calman los nervios.
En Buenos Aires competirás fuera de casa y te tocará conquistar al público con tus palabras, pero también con tu manera de decirlas. ¿Cuánto tiene la oratoria de interpretación, incluso de puesta en escena?
Depende del formato de competición, pero precisamente en el Mundial se prioriza la forma, la puesta en escena, sobre el fondo porque son competiciones directamente de oratoria. Es decir, la escenificación del discurso es fundamental. Evidentemente, verbalizar incongruencias resta, pero para ganar el debate no vale solo con realizar grandes razonamientos.
Tan relevante es esa parte interpretativa que, a veces, os toca defender posturas en las que no creéis. ¿A ti te resulta difícil o te gusta abrirte a otros puntos de vista?
Lo bueno del debate es que evita los blancos y negros. De hecho, las preguntas que nos hacen ya están ideadas para dejar margen a la argumentación desde distintas perspectivas. Te diría que, hasta ahora, he debatido acerca de temas sobre los que no tenía una opinión clara y he podido llegar a entender tanto los postulados a favor como en contra. Pocas veces he tenido que defender algo con lo que estuviera frontalmente en desacuerdo, pero cuando ha ocurrido me he centrado en la perfección del argumento y de la exposición.
Actualmente la sociedad está muy polarizada, ¿el debate razonado y sosegado puede ser un buen antídoto?
Absolutamente. El entendimiento es necesario porque pocas posturas son totalmente irracionales y, de haberlas, es precisamente el debate la herramienta que nos permite discernir. Cuando el todo vale entra en el debate público, corremos el riesgo de no poder distinguir lo razonable de lo que no lo es. Cuando la razón se impone, la irracionalidad no llega lejos.
“La oratoria tiene algo de innato, pero ese talento natural no sirve si no va acompañado de un aprendizaje”
Un estudio reciente aseguraba que el 77,5% de los universitarios en España nunca ha recibido formación para hablar en público. ¿Tenemos una asignatura pendiente con este tema?
Totalmente. Tenemos esa asignatura pendiente, pero no implica que no estemos haciendo nada. Las sociedades de debate llevan años existiendo y cada vez se abren más. Además, hay más interés y participa más gente; por ejemplo, en la sociedad de debate de la Carlos III hemos cubierto todas las plazas por primera vez en muchos años y somos cien. También hay más iniciativas, ya son trece —si no me equivoco— las comunidades autónomas que cuentan con debates en el ámbito preuniversitario. Cada vez hay más empresas, como Iberia, y más instituciones públicas que apoyan la oratoria, pero el empuje tiene que ser más decidido todavía.
¿Y se puede enseñar oratoria? Cuéntanos tres claves para mejorar.
Sí, desde luego que se puede enseñar oratoria. Yo soy el primero que ha aprendido. La oratoria tiene algo de innato, pero ese talento natural no sirve si no va acompañado de un aprendizaje. Y te daría estas tres claves. La primera, la teoría: el conocimiento sobre ciertos procedimientos de la oratoria —cómo empezar un discurso, cómo mantener la atención de la audiencia, etc.— es imprescindible. La segunda, la confianza: transmitir inseguridad o nerviosismo al público resta mucho y eso se supera con práctica. Y, por último, citaría la capacidad de adaptación: no hacer siempre el mismo discurso y saber modularlo en función de a quién te estés dirigiendo.