Zapata Tenor
Lucha de gigantes
El objetivo de Zapata Tenor es acercar la música clásica a nuevos públicos. Para lograrlo, se vale del humor. Algo que podrán comprobar los asistentes al concierto donde presentará su último disco: ‘Gigantes’. Quién mejor que José Manuel —así se llama—, uno de los tenores españoles más relevantes en la actualidad, para enaltecer con su voz algunas de las canciones más icónicas de las últimas décadas.
A José Manuel Zapata (Granada, 1973), más conocido como Zapata Tenor, le preocupa que la música clásica, aquella que le enamoró siendo un chaval y a la que ha puesto voz en algunos de los teatros más importantes del mundo, agonice lentamente. Por esa razón, hace años se propuso una lucha gigante, la de conquistar nuevos públicos. Su arma, el humor. “El humor siempre ha formado parte de mi vida y me gusta que esté presente cuando subo a un escenario. Me sale natural. Como la música, el humor tiene el poder de fijar nuestros recuerdos. Ambos pueden transmitirlo todo”, explica. Gigantes, un concierto patrocinado por Iberia en el que repasará —en formato sinfónico y sin renunciar al humor— canciones capaces de unir a varias generaciones, es la mejor prueba. De Serrat a Rosalía y de Sabina a Shakira, entre otros. ¿Cuándo? El 16 de diciembre en el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío de Madrid. De alguna manera, el tenor está cumpliendo un sueño: “A mí me hubiera gustado ser Joan Manuel Serrat o José Luis Perales. Soy muy romanticón”. Aunque su primera vocación, confiesa, era otra: “De pequeño quería ser piloto de avión. Es mi vocación frustrada”.
Cuando eras un niño tu abuela te sacaba al patio para que le cantaras a las vecinas. ¿Lo de hacer feliz a la gente a través de la música forma parte de tus raíces?
Sí, desde lo más profundo de la raíz. Hacer feliz a la gente y, al mismo tiempo, ser feliz yo. La música me ha acompañado desde siempre. Mi abuela, que tenía una voz muy bonita, se emocionaba mucho, se le llenaban los ojos de alegría cuando veía a su nietecillo cantándole a sus vecinas. Canciones de abuelos, Carlos Gardel y cosas así. Me tiraban mantecados por la ventana y por eso me puse un poco gordete [risas].
Sin embargo, el flechazo musical se produjo con 18 años tras probar en un coro. Un momento que tuvo su propia banda sonora: el Aleluya de Haendel. ¿El poder de la música reside en que está presente en los instantes más relevantes de nuestra vida?
Para mí, sí. Pero se reflexiona poco sobre eso. Si nos paramos a pensarlo, todos los momentos relevantes de nuestra vida, los más emocionantes y los que mejor recordamos, están acompañados de música. Junto a nuestra familia, nuestros amigos, el primer amor… ¡Imagínate qué sería del primer amor sin música! Tanto el amor como el desamor no serían lo mismo. La música es la sal de las emociones, es lo que las aviva. No concibo la vida sin ella.
“Todos los momentos importantes de nuestra vida están acompañados de música. La música es la sal de las emociones, es lo que las aviva”
Aunque tu vocación era la música, empezaste a estudiar una ingeniería. Por suerte, lo dejaste pronto. ¿Pudo más el corazón que la cabeza?
Pudo más que no entendía nada de lo que decían en clase [risas]. Pronto comprendí que no era lo mío. De hecho, duré semana y media. Me fui de allí corriendo. Hubiera sido el peor ingeniero de caminos, canales y puertos de la historia. Después me matriculé en Historia para hacer Musicología y enseguida descubrí el canto. Por eso me fui a Madrid con una profe maravillosa, Toñy Rosado, una de las sopranos españolas más relevantes de la primera mitad del siglo XX. Yo llegué con una voz muy bruta y ella me dijo que tenía una piedra preciosa por pulir. También me animó ver la reacción del público cuando cantaba.
Con el tiempo, ser fiel a tu talento te llevó a desplegar tus alas por algunos de los mejores escenarios del mundo. ¿Tenemos que escuchar más a nuestro instinto?
Siempre. Y no solo a nuestro instinto, también a nuestro talento. Todos tenemos talento, pero debemos pararnos dos minuticos a ver cuál es. Reflexionar sobre cuál es realmente nuestro talento es fundamental en la vida. A mí me ha servido para hacer grandes teatros, para cantar a Rossini por todo el mundo, pero también para hacer proyectos musicales independientes con humor, como el concierto Gigantes.
El concierto ‘Gigantes’, con Zapata Tenor al frente, se celebrará en Madrid el 16 de diciembre. © Cedida por Impacta
“Los clientes de la música clásica se están muriendo”, has asegurado en más de una ocasión. ¿Cómo se puede luchar contra esa tendencia y atraer a nuevos públicos?
El material es muy bueno. Tenemos una música increíble y cuando la gente se acerca a ella se emociona. Lo que hay que hacer es contarlo bien. Contarle al mundo que tenemos un gran producto, que lo hacemos estupendamente y que tienen que venir a conocernos. Muchas veces no nos preocupamos en hacerlo porque pensamos que la gente va a venir sola y eso es un gravísimo error, uno que si lo cometiera cualquier empresa del mundo estaría arruinada. No podemos permitírnoslo.
Rosalía ha reconocido la influencia de Bach en Berghain, una de las canciones de su último disco. ¿Es bueno que artistas tan mediáticos se atrevan con los clásicos?
No solo es bueno, es extraordinario. Siempre pensaba en qué pasaría si un día Rosalía hiciera un reel escuchando a Beethoven, a Mozart o a Bach… Seguro que habría una legión de gente joven a la que, como mínimo, le generaría curiosidad. Nada de esto garantiza que nos venga público joven a nosotros, pero ayuda. ¡Bendita sea Rosalía! La gran música está muy influenciada por los clásicos porque son los padres de todos.
“Todos tenemos talento, pero debemos pararnos dos minuticos a ver cuál es. Reflexionar sobre cuál es realmente nuestro talento es fundamental en la vida”
¿Qué se van a encontrar las personas que acudan el 16 de diciembre a tu concierto Gigantes en Madrid?
Se van a encontrar con una hora y media —aproximadamente— que no van a olvidar en mucho tiempo. Vamos a interpretar canciones icónicas que seguro han escuchado alguna vez, pero nunca apoyadas por el mejor instrumento del mundo: una orquesta sinfónica. El proyecto se llama Gigantes porque los compositores de esas canciones —Francis Cabrel, Manuel Alejandro, Pablo Milanés, entre otros— lo son. Además, al ser Navidad, haremos algún villancico. También viene Míriam Cantero, una cantaora extremeña maravillosa, y habrá más sorpresas. Va a ser muy emocionante.
¿Tus innovadoras propuestas te han valido más elogios o más críticas dentro del mundo de la música clásica? ¿Es difícil cambiar ciertas mentalidades?
Ha ido por épocas… Ya los tengo medio convencidos [risas]. Se pueden hacer cosas con respeto, con calidad y, al mismo tiempo, con humor. Cambiar mentalidades cuesta mucho y creo que no es el público el que tiene que cambiar, debe hacerlo el sector. Las orquestas tienen que hacer cosas distintas, la liturgia ha de ser diferente a la del siglo XIX. Tenemos que pensar en el público actual y hacernos preguntas para evolucionar.
“Las orquestas tienen que hacer cosas distintas. Tenemos que pensar en el público actual y hacernos preguntas para evolucionar”
La tendencia al consumo rápido también afecta a la música. ¿Es la clásica la más afectada?
Esa es la gran cuestión. La gente, cuando se sienta a escuchar una sinfonía, está pensando en que no puede coger el móvil. Hay un problema de déficit de atención, pero es por el ritmo de vida que llevamos. Si hasta a mí me cuesta concentrarme cuando me pongo una sinfonía de Mahler. No saboreamos nada en la vida. Es como si estuvieras comiéndote un filete estupendo al tiempo que pasas el plumero en casa [risas]. También es verdad que esa música se ideó en otro contexto social y económico. A finales del siglo XIX la gente iba al teatro a pasar la tarde, sentar ahora a alguien durante horas en un teatro es complicado.
Si pudieras desmontar un mito sobre la música clásica, ¿cuál sería?
Que es para ricos. Mentira. ¿Qué tiene que ver eso? O que es para gente muy culta. Otra mentira. Yo soy la viva prueba de que eso no es así. Yo trabajaba con mis padres en un restaurante en Granada y no tenía dinero cuando me enamoré de la música clásica. Al final te entra por los poros, te pone los pelos de punta y te emociona. No necesitas saber nada más.