Cristina Linares
Casandra tenía razón
Nunca la ciencia ha sido más necesaria que ahora, y la pandemia de COVID-19 se encarga de recordárnoslo a diario. Pero no es cuestión de encomendarse a ella solo cuando le vemos las orejas al lobo. Cristina Linares lleva años investigando y advirtiendo de las temibles consecuencias del cambio climático, las cuales van mucho más allá del deterioro medioambiental y afectan ya a la salud de millones de personas.
Asegura que a veces se siente como la Casandra de la mitología griega, que tenía la capacidad de adivinar el futuro pero nadie la creía. Cristina Linares (Madrid, 1977), científica titular en el Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, lleva años advirtiendo del impacto del cambio climático sobre la salud de la población, desde enfermedades respiratorias a cardiovasculares, y no tira la toalla. Con constancia y perseverancia, ha conseguido desarrollar su carrera en España, algo nada sencillo, a pesar de las tentadoras ofertas que ha recibido del extranjero. Entre sus próximos objetivos está la creación de un Observatorio sobre Cambio Climático y Salud.
¿En qué momento decidiste que lo tuyo era la ciencia?
Desde el colegio siempre me interesó mucho todo lo que afecta a los seres humanos, en concreto las enfermedades y cómo combatirlas para mejorar la salud. De hecho, mi primera opción siempre fue la medicina, pero me emocionaba la naturaleza. Al final, me decidí y estudié biología, motivada en gran parte por una profesora que tenía en el instituto. En la universidad vi que mis pasos iban encaminados a la investigación y, sobre todo, a estudiar cómo el deterioro del medio ambiente daña la salud de las personas. Y ahí entra todo lo relacionado con el cambio climático.
Cambio climático y salud, una interrelación de la que no se habla tanto.
El cambio climático y sus efectos sobre el medio ambiente llevan investigándose muchos años. El siguiente paso fue la investigación sobre cómo esta alteración del medio natural por parte de los humanos afecta a su propia salud. Hoy sabemos cómo determinados fenómenos meteorológicos extremos asociados al cambio climático (olas de calor, sequías o inundaciones, etc.) afectan a la salud, incluso a la mental.
“La clave está en preparar a nuestra ciudadanía para que cada día tome decisiones más sostenibles”
¿Estamos a tiempo de hacer algo para revertir la situación?
No hay que dar la batalla por perdida. Cuanto antes actuemos sobre las causas antes veremos cómo las consecuencias se vuelven menos frecuentes e intensas. La clave está en la adaptación y mitigación del cambio climático, en preparar a nuestra ciudadanía para que cada día tome decisiones más sostenibles y que estas impulsen las de los políticos. Tiene que ser un cambio global porque no sirve de nada que unos las tomen y otros no, por eso es tan difícil de solucionar.
Volviendo a lo personal, ¿qué sacrificios y qué satisfacciones te aporta tu trabajo?
Es un trabajo diario y requiere mucha constancia y perseverancia. Estando las cosas como están hay que seguir pensando que merece la pena trabajar sobre el cambio climático y divulgar los estudios que realizamos. Al final es un trabajo personal, pero también de equipo, de tu grupo de investigación. Es una labor muy lenta y a veces me siento como la Casandra del mito, que tenía la capacidad de adivinar el futuro pero nadie le hacía caso. Incluso dentro de la salud pública, trabajar en medio ambiente es raro porque es un campo poco recurrente.
¿Has tenido en algún momento ganas de tirar la toalla?
Tener una carrera científica en España no es fácil. Esto hace que mucha gente se desanime y abandone por el camino. De hecho, sí, hay muchos momentos de abandono y desesperación porque cuesta estabilizarse. En el mundo científico y de la investigación comienzas con becas insuficientes, es decir, hay muchas ayudas para formarte como investigador, pero pocas para estabilizarte como tal. Además, la competencia es fuerte, por eso lo importante es tener perseverancia y también un poco de suerte.
“A veces me siento como la Casandra del mito, que tenía la capacidad de adivinar el futuro pero nadie le hacía caso”
Pese a todo ello, los investigadores españoles gozáis de prestigio internacional. ¿Has tenido ofertas para irte a trabajar fuera?
Sí, te ofrecen la oportunidad de irte y de seguir formándote y desarrollando tu carrera fuera. Lo que pasa es que a veces pones cosas en la balanza y dependiendo de tu situación te compensa o no. Hay mucha captación de talento español porque la gente está bien formada y muy motivada, al final es una profesión vocacional y te dedicas a ella porque piensas que sirve para ayudar a los demás.
Y ya que decidiste quedarte, ¿hasta dónde te gustaría llegar?
Me gustaría que existiese en España un Observatorio sobre Cambio Climático y Salud. Se ha creado uno recientemente a nivel europeo y querría que ese organismo tuviese su réplica en España. Es un paso importante empezar a trabajar de forma transversal los temas de salud y medio ambiente, y la creación de ese centro nos posicionaría a nivel internacional y nos permitiría prepararnos adecuadamente ante los retos del cambio climático. La pandemia nos ha enseñado que tenemos que estar preparados ante riesgos emergentes y los del cambio climático ya no son una sorpresa, sabemos lo que va a suceder. Esa es mi meta, además de seguir investigando en temas poco desarrollados como la relación entre cambio climático y salud mental o entre contaminación atmosférica y enfermedades degenerativas o endocrinas con el objetivo de establecer planes de prevención y de respuesta a nivel local.
¿Tiene la ciencia el reconocimiento que merece?
A veces se nos exigen respuestas inmediatas cuando el propio método científico necesita tiempo, pero en momentos como los que hemos vivido todas las respuestas pasan por la ciencia. Si algo debemos aprender de esta pandemia es que necesitamos a la ciencia: es la que sacará a la humanidad de los atolladeros a los que tendrá que enfrentarse. Este mensaje debería transmitirse a las generaciones que están en proceso de formación, han de saber que ellos pueden contribuir a la lucha contra las enfermedades y las desigualdades. Todo está tan focalizado en el modelo de desarrollo económico que muchas veces se nos olvida hasta qué punto necesitamos a la ciencia.