Bakea
Donde viven los monstruos
Su bestiario cuenta con más de 130 especies, pero Bakelanasland es solo una parte del universo visual de este ilustrador manchego. Más allá del carácter naíf y divertido de su obra, sus personajes son el arma terapéutica de Juan Carlos Paz para navegar la realidad desde un prisma más optimista. Precisamente por ello, sus monstruos, lejos de asustar, despiertan ternura.
Juan Carlos Paz (Puertollano, 1984) tuvo la intuición de abandonar el lápiz y el papel y lanzarse a la ilustración digital basada en miles de capas. Esa decisión, junto a muchas horas delante de la pantalla, han convertido a Bakea en un referente en ese campo. Sobre fotografías de escenarios naturales construye Bakelanasland, un universo onírico habitado por monstruos de otra dimensión que, para el ilustrador, tienen el súper poder de la canalización terapéutica. “Se trata de buscar una visión positiva de mi propia cabeza, pensar que esos monstruos que te asustan también te pueden divertir”. Algunas de sus adorables bestias han tomado forma escultórica y otras son estrellas de campañas comerciales, ¡incluso Chumi Chuma canta en un grupo de música! ¿Lo próximo? El salto de este particular bestiario al metaverso.
¿Cómo nace tu talento? ¿Siempre te ha gustado ilustrar?
Soy el pequeño de tres hermanos con una diferencia de edad de 12 y 16 años, así que era, lo que se dice, un niño con mucho mundo interior. Me pasaba el día dibujando en un cuaderno. Hice Bachillerato de Artes, pero luego decidí estudiar Publicidad y RRPP y eso me llevó a trabajar durante años como director de arte en agencias de publicidad de Madrid. En 2011 decidí darme la oportunidad de ver si podía ganarme la vida como ilustrador.
¿Cuándo comenzó la ilustración a ser un trabajo a tiempo completo?
Fue un proceso bastante orgánico: la chica con la que salía en 2011 tuvo una oportunidad laboral en Berlín y me fui con ella. Dejé la publicidad y aproveché esa temporada para retomar la ilustración. Durante seis meses le dediqué ocho horas al día a mis diseños. La relación no salió bien y, tras ese periodo, volví a España e inicié un proyecto. De un día para otro, se empezó a compartir mucho en redes sociales por todo el mundo y comenzó a salirme trabajo de esto.
“Decidí plasmar mis monstruos personales de una forma divertida para reconciliarme con ellos”
¿De dónde vienen esos monstruos tan tiernos que creas?
Cuando volví de Alemania, entré en una época baja de ánimo y mi círculo cercano me decía: “Busca en tu interior todo lo bueno que tienes para recuperarte”. Llevaba dos o tres meses encerrado, viendo series en una habitación, y llegó un momento en el que me planteé qué estaba haciendo con mi vida. Entonces, decidí cambiar las series por la ilustración y realizar una especie de metáfora de mi situación emocional. Tomó la forma de un viaje por el interior de mi cabeza en el que me enfrentaba a mis monstruos personales. Decidí plasmarlos de esta forma tan divertida para reconciliarme con ellos. De ahí surgió un bestiario que ya cuenta con más de 130 especies.
¿Esas especies tienen su propia historia? Es decir, ¿hay personajes que te acompañan a lo largo del tiempo?
Todo forma parte de un proyecto en curso, Bakelanasland, que no sé si se convertirá en un guion o se quedará en un libro. Se trata de una metáfora de esa época (2012-2017), en la que el personaje principal se va encontrando con estos monstruos e interactúa con ellos. Algunos tienen una presencia recurrente, sobre todo Cacafrutti, uno de los iconos del proyecto. Es el primer monstruo con el que se encuentra el protagonista y le acompaña durante toda la historia.
¿Qué inspira tu obra?
La cultura popular ha tenido bastante que ver. Por ejemplo: el mundo asiático. Los tamaños gigantescos de mis monstruos son casi como los de Godzilla o King Kong. También los kaijus de series japonesas como los Power Rangers. O Matt Groening con Los Simpson o Futurama. Es con lo que crecí e inevitablemente han tenido influencia directa en mi trabajo. También Wes Anderson es un referente visual del mundo del cine que me gusta mucho.
¿Se necesita un talento especial para destacar en el arte digital?
En mi caso, paciencia. Podría haber intentado hacer carrera de otra manera, pero no habría funcionado igual. Con un lápiz dibujo bien, pero haría un trabajo parecido al que hace mucha gente. Sin embargo, me embarqué en un tipo de ilustración en la que los archivos tienen más de mil capas y eso le da un carácter muy personal a mi obra; es lo que ha hecho que sea muy reconocible por la textura, la iluminación, los tonos de color. Ser perseverante es algo básico. También, ser avispado y ver por dónde van los tiros. Porque si haces algo que no funciona y lo sigues haciendo, igual necesitas investigar y pivotar entre lo que te gusta y lo que funciona.
Grupos de música, marcas comerciales, entidades públicas… ¿Qué tienen tus monstruos para gustar en entornos tan dispares?
Tienen un punto muy naíf y también son muy divertidos, además nos llevan a sitios agradables porque recuerdan a la infancia. Nos transportan a un mundo onírico donde todos nos sentimos cómodos porque hemos sido niños, pero con detalles que lo separan del mundo infantil.
¿Crees que el mundo está necesitado de ese espíritu positivo de Bakea?
Desde luego, aunque no sea a través de mi trabajo. Cada vez se potencia más el individualismo y esto hace que nos olvidemos de los demás. Vendría bien una visión más global. A todos nos vendría bien sentarnos en una piedra, mirar a lo lejos y pensar un poco en lo que realmente importa. Yo crecí en Ciudad Real, en Puertollano, e iba mucho al campo; eso se refleja en mis ilustraciones de monstruos porque no hay nada humano, todo es naturaleza, en parte porque son lugares donde yo siento paz.
“Si haces algo que no funciona y lo sigues haciendo, igual necesitas investigar y pivotar entre lo que te gusta y lo que funciona”
¿Qué te ha supuesto más satisfacción: ver Madrid empapelado con tus carteles o tu obra en una exposición?
Fueron dos momentos muy distintos. Empecé a ilustrar en 2011 y en 2013 hice mi primera exposición en el Instituto Cervantes de Berlín. Supuso volver a una ciudad de la que me había marchado fatal, pero fue muy gratificante ver todo mi trabajo junto. Años después, ver Madrid empapelado con mi trabajo, el lugar en el que he vivido durante 15 años, fue muy emocionante. Le sacaba fotos a cada mupi con el que me encontraba. Es un proyecto al que le he cogido un cariño especial porque tuve que empaparme de la cultura china para ser respetuoso. Al final eres un occidental haciendo referencia a la festividad más importante de oriente y muchas cosas que aquí nos encajan pueden no gustar allí; entonces necesitas entender qué funciona allí que pueda hacerlo aquí también.
¿Qué es lo próximo que tocará el espíritu Bakea?
Ahora toca metaverso. No puedo decir mucho más, pero se están empezando a abrir nuevos mercados y es donde estamos encontrando más hueco la mayoría de los ilustradores. Hay mucha gente haciendo cosas muy interesantes y potentes, y parece que este año va a estar muy enfocado a este tema.