Otrura
Costura en movimiento
El pasado mes de abril, Otrura confirmaba en la Semana de la Moda de Madrid la vigencia plena de su aproximación contemporánea a la costura. Un debut que vino acompañado por el Premio L’Oréal Paris a Mejor Colección en la MBFWM. Ahora, reafirman su presencia indagando en la complejidad del sastre, con una invitación al reseteo personal que trasciende la moda.
En 2016, Sergio de Lázaro (Madrid, 1980) abandonó una carrera vinculada a grandes firmas de lujo como Hermés, Dior o Etro para replantear la sastrería. Junto a Verónica Abián gestaron Otrura, una casa de moda con una semántica vinculada a la amplitud, el legado y la sostenibilidad. Diseñan a medida, lo que ellos llaman “costura emocional”, esto es, prendas sobre las que imprimir recuerdos. Con una inteligente simbiosis entre sastrería y modistería y una mezcla de técnicas, crean y recrean piezas para toda la vida. Al estilo Amberes en los 90, sus colecciones anuales y sin caducidad trascienden lo meramente estético para indagar en el concepto. Inspirados por el trabajo en el taller y los oficios, celebran la sencillez desde un patronaje híbrido con artificios soterrados. Y es que más allá de la técnica, Otrura reivindica una sastrería activista que defiende los oficios tradicionales y pone en valor el verdadero Made in Spain.
Después del éxito rotundo de vuestro debut en abril en la MBFWM, donde fuisteis galardonados con el premio a la mejor colección, ¿qué esperáis de esta edición?
Reafirmarnos en nuestro discurso, en el que buscamos hacer siempre un guiño a todo el oficio que hay detrás. También, transmitir de una manera humilde otra visión de la moda. Una perspectiva en la que caben prendas de otras épocas, modificadas, que fueron importantes para uno mismo o algún familiar. Las devolvemos a la vida.
¿Esta resurrección de la indumentaria es lo que llamáis recostura?
Sí. Es un trabajo a partir de prendas que son emocionales para la persona. Lo importante es que tengan un significado para ella. Una amiga nos ponía como ejemplo una falda de hace 20 años que se compró con su primer sueldo.
¿Cómo trabajáis esas piezas?
Con mucho respeto. Les damos una nueva vida, pero respetando al máximo la pieza original. No confiamos en el patchwork, ni en hacer de una falda otra cosa. Nos basamos en cambiar los patrones, modificarlos y sacar todo el potencial contemporáneo que pueda guardar esa prenda. En algunas ocasiones, tienen signos del paso del tiempo y el cliente nos pide matizarlos. En otras, es al revés, quieren verlo. Lo que nunca hacemos es romper o cortar. Intentamos descoser y volver a coser, esa es la clave.
¿Cómo surgió la idea de la recostura?
Mirando hacia dentro. Creamos las prendas para que tengan un largo recorrido, que persistan en el armario. Si cambia tu forma de vida, nos la traes y juntos la modificamos para darle continuidad. Decidimos abrir las puertas de la recostura a todo aquello que pueda ilusionar y se pueda rescatar. Intentar hacer con ello algo lo más emocional posible.
¿Qué es exactamente la costura emocional?
Como ocurre con un cuadro, que no se finaliza hasta que no se cuelga, con la ropa pasa algo parecido. Nosotros confeccionamos las piezas, pero es la persona quien les da forma, se las pone de una determinada manera, en un momento concreto... Puede ser para una cena, una reunión o una entrevista de trabajo. Al final, albergan emociones. Abres tu armario y te encuentras prendas llenas de emociones y que no tienen temporadas.
En abril desfilamos con piezas desarrolladas hace un año. Ahora vamos a hacer lo mismo. Tenemos que entender la moda como algo totalmente diferente, pero de facto. No basta con pensar en sostenibilidad, tenemos que arriesgarnos.
“Tenemos que entender la moda como algo totalmente diferente, pero 'de facto'. No basta con pensar en sostenibilidad, tenemos que arriesgarnos”
Y para arriesgar, ¿cómo hay que entender la sostenibilidad?
En un sentido amplio. Para nosotros es un cimiento. Uno son las artes y oficios, el legado; otro, la contemporaneidad; y el último, y muy potente, la sostenibilidad social. Los materiales van y vienen. Por ejemplo, en los años 60 en la alta costura había plástico, porque era un elemento experimental. Ahora eso sería impensable. Pero creemos que la sostenibilidad tiene que ir más allá, no sirve de nada circunscribirse al tejido. Podemos utilizarlos reciclados, fantástico. Pero ¿qué más? En nuestra opinión, producir en Moral de Calatrava. No hacerlo en otro país o fuera de Europa. Eso es sostenibilidad y compromiso. También, indagar en los compuestos biodegradables que se pueden imprimir en 3D y crear los botones con ellos. Después, que cada botón se finalice a mano. Otra forma es implicarnos en la educación.Trabajamos junto a instituciones como el Centro Superior de Diseño de Moda (CSDMM), la Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología (ESNE), el Instituto Europeo de Diseño (IED) o la Universidad de Villanueva. Es un orgullo involucrarte y dar oportunidades a los alumnos. Creo que es una parte de la sostenibilidad porque impactas sobre el nuevo trabajador y el consumidor.
Efectivamente vuestra producción está vinculada a pequeños talleres de España, ¿qué importancia tienen los oficios hoy en el sector?
Tenemos que apostar por ellos. Activamente. No sirve de nada el slow fashion, ni el Made in Spain, si no hay un compromiso también por producir aquí y por aceptar los costes que eso conlleva. Esto implica, a su vez, una labor de comunicación para explicarle al cliente final el valor real del Made in Spain. Porque elegir un taller en España y pedir el mismo precio de coste que en la India no es sostenible. Debemos aprender de otros sectores y seguir el mismo camino que el vino y la alta gastronomía.
“No sirve de nada el slow fashion, ni el Made in Spain, si no hay un compromiso también por producir aquí y por aceptar los costes que eso conlleva”
¿Qué inspira a Otrura?
Los materiales y su origen artesanal. También las soluciones técnicas, en definitiva, el taller. Entender cómo funciona una determinada máquina y las consecuencias de llevar las costuras a otro lugar, eso tiene mucha parte creativa. Pero muy soterrada. Hay pocos fuegos artificiales. Nuestras prendas son aparentemente simples, pero encierran mucha complejidad.
¿Y cómo se relaciona la estacionalidad que impera sobre la pasarela con esta filosofía de perdurabilidad?
Para nosotros la pasarela es una plataforma de comunicación. Es, sobre todo, un acto de comunicación de un concepto. No vemos los desfiles como una mera sucesión de looks, sino como algo más cercano a los de la escuela belga de los 90 donde lo fundamental era el concepto.
¿Cómo lográis darle forma?
Definimos un tema anual al que llamamos Movimiento, porque está siempre evolucionando, no es una colección que se acabe. Cada desfile desvela un aspecto relacionado con ese tema. Este año, con La ruptura del sueño, hablamos de la realidad del sueño y el desfile se denomina Despertar, que es una de sus partes. Asimismo, todos nuestros desfiles están vinculados con el contexto social. En abril hablamos del oficio latente. Ahora hemos puesto de relieve que hay una ruptura con los sueños heredados de otras generaciones y que es necesario resetear. Vemos cómo muchos españoles de la década de los 80 en adelante no saben en qué han fallado. Han estudiado, tienen títulos universitarios, máster, idiomas, han viajado y, aún así, o viven con sus padres o en una situación precaria. Hablamos sobre esa ruptura y la capacidad de decir “podemos cambiarlo, voy a buscar mi paradigma”. Nos gusta terminar con un concepto e invitar a que cada uno lo haga suyo o encuentre una idea diferente.
Hablando de sueños, ¿cuál es el de Otrura?
Seguir afianzándonos, creciendo, poder dar a los talleres una seguridad y hacer cosas que emocionen. Queremos revitalizar las artes y oficios, vincularlos con las nuevas tecnologías y que, en definitiva, nuestro proyecto ilusione a más gente.