Yolanda Domínguez
El activismo hecho imagen
La artista visual Yolanda Domínguez ha convertido la lucha contra la cosificación de las mujeres en su bandera. Porque, aún hoy, numerosas producciones publicitarias y audiovisuales continúan tratándolas como objetos. A través de la fotografía, el vídeo y la ‘performance’, siempre desde un férreo compromiso con la igualdad, genera imágenes que invitan a la reflexión sobre los ‘malditos’ estereotipos.
Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) es sinónimo de comunicación para la igualdad, la reivindicación feminista y la concienciación social. Lleva más de una década empleando la fotografía para señalar los estereotipos que convierten a las mujeres en objetos, sobre todo en publicidad. Como artista visual, también hace uso del vídeo y la performance para realizar contracampañas que denuncian imágenes que deberían sorprendernos, pero ya no lo hacen; como las posturas antinaturales —quebradas, débiles o sumisas— de las modelos en la fotografía publicitaria. Miembro de la Cátedra UNESCO en Educación para la Justicia Social de la Universidad Autónoma de Madrid, compagina su trabajo creativo con la consultoría y el asesoramiento a empresas en temas de igualdad y comunicación no sexista, así como con la creación de campañas específicas de concienciación social para organismos gubernamentales. Su libro Maldito estereotipo se convirtió en un arma para luchar contra los estereotipos vinculados al género, la edad, la raza o la talla, entre otros, de manera que no sigan condicionando el camino de las futuras generaciones.
¿Cuál fue tu primer contacto con la fotografía y el arte?
Siempre recuerdo a mi padre con una cámara de fotos allá donde íbamos y, además, era pintor, por lo que en casa tenía muchas imágenes en diversos soportes. Mi primera carrera fue Empresariales porque mi madre tenía una visión muy pragmática del mundo y me decía que estudiara algo con futuro. El trabajo cultural siempre está asociado a cierta inestabilidad. Pero, en el último curso, me presenté en secreto a las pruebas de acceso a Bellas Artes, las aprobé y pude estudiar lo que realmente quería… Así empezó todo.
¿Y por qué cambiaste los lienzos por la fotografía?
Después de Bellas Artes hice el Máster en Arte y Nuevas Tecnologías de la Universidad Europea de Madrid y el Máster de Fotografía de la Escuela EFTI. Buscaba formatos de expresión más contemporáneos; el lienzo es muy lento y la gente lo identifica más con la decoración que con la narración. Yo siempre he utilizado el arte para reflexionar sobre algo que me pasaba a mí.
“No podemos ser lo que no podemos ver: no se trata de censurar, sino de crear nuevos modelos de hombres y de mujeres”
Entonces, ¿todas las fotografías empiezan con una reflexión, con una pregunta?
En mi caso, siempre me hice muchas preguntas. Por ejemplo: ¿qué efecto tiene que pinte o fotografíe a una mujer de determinada manera? No importa tanto el hecho de pintar o fotografiar en sí, sino cómo represento a las mujeres y cómo me impactan ciertas escenas; en definitiva, cómo me afecta lo que hago y lo que veo.
Los malditos estereotipos, como los calificas en tu libro, son uno de tus temas predilectos y se fomentan desde la infancia. Algo que abordaste en tu proyecto Princesas 2.8. ¿Cómo fue el proceso creativo?
En Princesas 2.8 empecé por la base: quería cambiar el discurso de las princesas que formaron parte de nuestra socialización primaria como niñas. La acción consistía en devolver ese aprendizaje porque no nos sirve; por ello, mostraba a Blancanieves vendiendo enanitos de jardín y manzanas o a la sirena Ariel vendiendo piernas dentro de una piscina inflable. A día de hoy, colaboro como consultora de comunicación igualitaria en empresas como Disney dando formación y asesoramiento. Yo hago lo que puedo, pero lo importante es que las empresas hagan su parte porque tienen mucha responsabilidad. No podemos ser lo que no podemos ver: no se trata de censurar, sino de crear nuevos modelos de hombres y de mujeres y nuevas formas de relacionarnos.
Elsa, la princesa de Frozen, inspiró tu proyecto Elsas. ¿Ese personaje supuso un avance dentro del universo de las princesas?
Cuando doy charlas en institutos me dicen eso: “Ya está la princesa Elsa, ¿no?”. Y no. Mi proyecto Elsas habla, precisamente, de la presión social que suponen ciertos estereotipos físicos asociados al éxito: pelo rubio, ojos azules, ciertas medidas… Y, aunque hoy sí vemos mujeres más diversas —cuerpos, tallas, razas, aunque no tanto en lo relativo a la edad—, todavía nos queda un salto importante: que esas mujeres sean valoradas por lo que hacen, por su inteligencia, su creatividad y su talento; que sus cuerpos sirvan para algo más que posar.
De eso trataba también la acción I’m not just a body.
Esa intervención, que realicé en las playas de Florida, presentaba a varias mujeres caminando por la orilla con ese mensaje atado a la espalda, como si fueran avionetas publicitarias, porque no solo somos un cuerpo. No vamos a renegar de él, por supuesto, pero está ligado a una mente con sus emociones, deseos y voluntades. Escuchaba los comentarios de la gente en las toallas cuando veían pasar a las chicas con el cartel y la acción cumplió su objetivo; se trataba de hacerles reflexionar, de generar conversación y de fijar la imagen en su mente, sin necesidad de enmarcarla para una exposición.
¿Qué reflexión despierta en ti un concepto como el talento?
Hay personas que tienen un talento natural para determinadas actividades, pero creo que ese talento, sin esfuerzo, no sirve para nada. Y luego hay otras personas que, por circunstancias personales o por suerte, pueden tener más éxito que otras con más talento. Así que es una conjunción de factores: si tienes talento, tiempo y estás en el momento y lugar adecuados, puedes lograr algo maravilloso.
“La sociedad prefiere que no ejercitemos la creatividad, que seamos pasivos. No se lanzan mensajes para inspirar, sino para gastar dinero”
Y la creatividad, ¿se puede aprender o es algo innato?
Creo que el pensamiento creativo es una forma de acometer los proyectos que se puede aprender y se puede practicar. Pero, si lo piensas, la sociedad prefiere que no ejercitemos la creatividad, que seamos pasivos y no nos preguntemos si hay alternativas a lo que nos muestran. No se lanzan mensajes para inspirar, sino para gastar dinero o estar entretenidos en un scroll infinito.
También tratas los estereotipos sobre la mujer en la fotografía de moda. ¿Por qué no avanzamos en esto?
Yo me pregunto: ¿somos conscientes de lo que estamos viendo? Creo que vemos ciertas imágenes tantas veces que, al final, nuestro cerebro deja de prestar atención porque le resultan familiares. Pero no hay ninguna imagen inocente ni inofensiva. El hecho de que no reaccionemos a ciertas imágenes significa que las estamos normalizando. En concreto, creo que hemos normalizado la violencia hacia las mujeres en los medios.
¿Podrías poner algún ejemplo?
El análisis de la fotografía publicitaria es tremendo. Vemos mujeres demacradas, incluso tiradas en un descampado o sobre el asfalto. O mujeres asustadas, sumisas, frágiles; por no hablar de la inquietante hipersexualización en algunas campañas, que rozan la pornografía. ¿Estas marcas no revisan los valores que transmiten? A lo largo de la historia del arte las imágenes siempre han representado al ejército ganador, pero para eso tiene que haber un perdedor. En ese tipo de fotografías, las mujeres somos el ejército derrotado.
Precisamente, en tu proyecto Niños vs. Moda compartías la mirada sorprendida de unos niños ante los anuncios de moda. ¿Hay esperanza?
No sé si tengo esperanza… Pero creo que no nacemos con una visión determinada, sino que nos acostumbramos y asumimos las expectativas sociales. Los niños, cuando les enseñaba esas fotos, aún no habían normalizado esa violencia y se inquietaban ante ellas. Sin embargo, me temo que, con el paso de los años, dejarán de asustarse ante esas imágenes.