Juan Tallón

Obra maestra

25/04/2022 · Por Beatriz Portinari
Juan Tallón, escritor
Juan Tallón junto a la escultura de Richard Serra que protagoniza su nueva novela: ‘Obra maestra’. © Laura Ortega

El escritor Juan Tallón da un giro de 180 grados tras el éxito de 'Rewind' y entrega 'Obra maestra'. La novela se adentra, a través de una narración a ritmo de thriller, en la misteriosa desaparición de la escultura de 38 toneladas ('Equal-Parallel/Guernica-Bengasi') que Richard Serra concibió para la inauguración del Museo Reina Sofía en 1986. ¡No pierdan de vista sus respuestas!

En Rewind, el escritor Juan Tallón (Vilardevós, Ourense, 1975) puso un nudo en el estómago a los lectores con una pregunta inquietante: ¿cómo se sigue viviendo tras perderlo todo en la explosión de un edificio? Cinco voces reconstruían la tragedia de no poder rebobinar la vida. En su nueva novela, Obra Maestra, se embarca en una investigación real y ficcionada sobre un acontecimiento insólito: la desaparición de una escultura monumental, de 38 toneladas y valorada en 37 millones de pesetas, perteneciente al Museo Reina Sofía de Madrid desde 1986. Aquella escultura de Richard Serra (Equal-Parallel/Guernica-Bengasi), compuesta por cuatro bloques de acero gigantescos, simplemente se volatilizó del almacén donde se custodiaba. El escándalo mundial por su pérdida, la réplica que el escultor aceptó repetir como “original” y el misterio sobre qué pudo suceder con la primera escultura construyen la obra recién publicada.

¿Cómo fue tu primer encuentro con la escultura de Richard Serra, protagonista de Obra Maestra?
Aunque conocí la historia de la desaparición de la escultura original cuando salió en los medios en 2006, no fue hasta 2009 cuando la vi por primera vez en persona. En realidad me encontré con ella casi de forma accidental, cuando estaba huyendo de una exposición en el Museo Reina Sofía…

¿Estabas huyendo?
Sí. Había ido con el escritor César Aira a ver la exposición de Juan Muñoz y en una de las salas había muchas figuras humanas con gabardinas y sonrisas inquietantes. A César le pareció que eran tantas porque los incautos visitantes se quedaban petrificados y podíamos ser los siguientes (risas). Echamos a correr y llegamos accidentalmente a la sala 102, donde estaba la escultura de Richard Serra.

“Creo que todos tenemos una mirada caleidoscópica y no hay dos maneras iguales de contar o ver las cosas”

¿Y qué impresión te causó?
Fue un impacto. Y lo recordé todo: la noticia sobre la desaparición de la primera escultura, el escándalo internacional, la réplica que Serra aceptó definir como “original”. Me gusta pensar que ese es el momento en el que nace la idea de Obra Maestra. A veces es complicado determinar cuándo comienzan las cosas porque quizás están de forma latente y vas siendo consciente con el paso del tiempo. A mí las esculturas de Serra me seducen por su monumentalidad y porque demandan una interacción, te interpelan y te invitan a transitar por ellas.

El talento de Serra ha sido inspirador para ti, ¿pero cómo definirías el talento?
Es complicado… Quizá no se prefigure, ni se nombre, sino que se detecte. Pero no como talento en sí. Tú lees un libro, ves una película o te sitúas ante una obra y adviertes que es brillante y lúcida. Así ese autor o creador muestra su talento. Prefiero señalar con el dedo y decir: “Aquí hay talento”. Quizá diría que el talento es la capacidad que tiene una persona de hacer algo inesperado y asombrar.

¿Cómo fue el proceso creativo de la novela?
Obra Maestra es fundamentalmente estructura. Hay un qué, una historia, pero se vuelve tal gracias al cómo. Las obras específicamente se levantan, se sostienen y, a veces, se derrumban; se someten a las reglas de la arquitectura. Encontrar el modo de contar esta historia me mantuvo ocupado diez años. Sabía qué quería contar, pero no cómo para que fuera una historia misteriosa de principio a fin. En ausencia del cómo, de la estructura necesaria, fui acumulando información, recopilando testimonios y escribiendo otras novelas que sí sabía escribir. Llegó un momento en que, al fin, vi cómo poner en común las muchas aproximaciones que tenía para contar la historia y el único modo era manteniendo su especificidad, que cada aproximación se resolviese a través de una sola voz en primera persona.

Y así suman más de 70 voces, mientras que en Rewind fueron cinco. ¿Es una manera de aumentar la dificultad en cada novela y poner a prueba tu talento?
Cuando escribí Rewind en mi cabeza ya estaba configurada Obra Maestra. Rewind la escribo en 34 días, aunque después se reescribe durante un año, y empieza a quedar claro que me interesa mirar al mundo o al objeto de la novela desde distintos ángulos. Creo que todos tenemos una mirada caleidoscópica y no hay dos maneras iguales de contar o ver las cosas. Rewind fue un ensayo de lo que iba a venir después. Una novela ayudó a la otra porque hubo un momento en que la escritura de ambas estaba en marcha al mismo tiempo. De hecho, Rewind se publica el 12 de febrero de 2020 y yo ya llevaba escribiendo Obra Maestra a toda velocidad desde noviembre de 2019.

¡Qué rapidez creativa! ¿Nunca has sufrido el síndrome de la página en blanco?
No empiezo a escribir una novela hasta que no está todo a mi disposición, si no tengo la certeza y la fuerza para escribirla desbocadamente. Si no tengo la historia, ni me siento. Por eso, una vez que me siento no existe el miedo a la página en blanco. Ya sé lo que quiero contar. El bloqueo son los años o meses que pueden transcurrir entre un libro y otro. Y mi rapidez tiene que ver con el miedo a la muerte. Yo empiezo a escribir y avanzo muy rápido. Necesito completar el primer borrador a toda velocidad y no importa si no quedo satisfecho al principio. Así, si me muriera, la novela podría ser pulida. No hay nada que me angustie más que morir en mitad de una novela. Tiene su elemento irracional: escribir rápido por miedo a morir.

“No hay nada que me angustie más que morir en mitad de una novela”

¿Cuál es el reto a superar cuando empiezas a escribir y qué dificultades surgen?
El reto es llegar al final de la novela vivo. Otro es mantener al lector despierto, interesado y, a la vez, hacerle pensar, pero sin que eso se vuelva un propósito en sí mismo. Cuando desarrollas un pasaje pueden surgir obstáculos, pero tienes que afrontarlos. Yo escribo y borro, pero para mí eso no es bloqueo. Borrar es escribir. Me siento igual de bien haciendo una cosa que deshaciéndola. No me frustro, tengo asumido que la adversidad forma parte de la literatura. De todas formas, esta convicción no la alcanzas al comienzo de tu carrera. He tenido que hacer cosas muy mal para después hacerlas un poco mejor.

En alguna ocasión se ha descrito tu literatura como un “análisis de la derrota”. ¿Te sientes identificado con esa afirmación?
Se refiere a una etapa y títulos específicos de mi obra, pero no puede en absoluto abarcar de modo general lo que hago. Ni siquiera tengo un universo literario donde encajen, de modo armónico, todas mis novelas. Y me gusta que sea así. No tengo interés en crear ese universo, necesito que cada novela sea casi imposible de escribir y me genere inseguridad. Aunque admiro a los escritores que escriben novelas diferentes entre sí, pero remiten a un universo común.