Ira Lombardía

Una vida entre imágenes

15 Diciembre 2025 Por Roberto C. Rascón
Ira Lombardía
Con su obra, la artista Ira Lombardía nos invita a repensar el medio fotográfico. © Kaitllyn_Philavanh – Cedida por Ira Lombardía

En plena era de la hipervisualidad —la saturación de imágenes propia de la sociedad contemporánea— Ira Lombardía bucea entre fotografías desde una perspectiva crítica. Sus obras, que parten de la investigación y el reciclaje, abordan temas como el feminismo, la ecología o la memoria y van desde el ‘collage’ a la escultura. Una práctica artística que compatibiliza con su otra gran pasión, la docencia.

La práctica artística de Ira Lombardía (Pola de Laviana, Asturias, 1977) gira en torno a la imagen, pero su objetivo no es crear unas nuevas en un mundo saturado de ellas. Así lo explica: “Mi trabajo tiene que ver con lo fotográfico, pero no de las formas más ortodoxas. Quien lo conoce sabe que lo mío es una aproximación crítica. Lo central no es tomar fotografías, sino cuestionar el medio”. Por eso, aunque Ira huye de las etiquetas, prefiere la de “artista visual”. Una perspectiva muy influenciada por otro fotógrafo español, Joan Fontcuberta. “Joan ha sido fundamental en mi vida y tengo la suerte de poder llamarle amigo. Ha sido mi mentor y me ha inspirado mucho. Es de esas personas que te invita a repensar el medio fotográfico”, reconoce una Ira que tuvo, desde bien pequeña, otro referente: su padre —es hija del pintor y escultor Miguel Ángel Lombardía—. El arte, por tanto, está en sus raíces, aunque estuviera a punto renunciar a ellas por influencia de aquellos que le hicieron amarla. Conocedores de las dificultades de una vida dedicada al arte, sus padres la empujaron a estudiar Derecho. Y lo hizo… sin perder de vista su vocación. Nunca ejerció como abogada porque pronto desplegó sus alas artísticas para iniciar una carrera que ha compatibilizado con su otra gran pasión, la docencia. Actualmente, imparte clases en la Facultad de Artes Visuales y Performativas de la Universidad de Syracuse en el Estado de Nueva York.

A tenor de tu trayectoria posterior, nadie diría que te licenciaste en Derecho. ¿El arte siempre estuvo ahí o fue una revelación?
Mi familia se dedica al arte, así que desde pequeña recibí cierta formación. A mis padres mi inclinación por el arte les generaba preocupación porque sabían las dificultades que conlleva una carrera artística. Me dijeron que lo de estudiar Bellas Artes no podía ser. Mi otra opción era Filosofía, pero que no y que no, así que finalmente estudié Derecho porque tenía más posibilidades. Después hice un máster de arte para, en principio, dedicarme al aspecto curatorial, pero me especialicé en nuevos medios. Ya llevaba varios años con la fotografía, pero fue ahí cuando comencé mi propia práctica artística.

La de artista es una carrera a largo plazo. ¿Cómo has vivido ese proceso?
Observar en casa lo que es una trayectoria artística me ayudó a entender su complejidad. Siempre he sabido que es una carrera de fondo, para gente con mucha paciencia. El arte no es una profesión, es un estilo de vida. Cuando eres más joven es más fácil conciliar el arte con la vida porque llevas mejor los sacrificios que implica. Después llega el momento de conciliar tu carrera con realidades vitales, como formar una familia o tener una hipoteca, que también construyen tu día a día. Ese fue el punto de inflexión más complejo para mí. Si sientes pasión por lo que haces, hallas la manera de continuar.

“El arte no es una profesión, es un estilo de vida. Cuando eres más joven es más fácil conciliar el arte con la vida porque llevas mejor los sacrificios que implica”

En alguna ocasión has confesado que te sientes más cómoda con la etiqueta de “artista visual” que con la de “fotógrafa”. ¿Por qué?
En primer lugar, no me gustan las etiquetas. Digamos que simplifican y reducen el ámbito en el que desarrollas tu trabajo. La fotografía siempre ha sido un hilo conductor para mí, tanto teórico como práctico, pero trabajo con otros medios, como la escultura. Me relaciono con el campo artístico en global y colaboro con galerías multidisciplinares. A veces parece que los diferentes campos se pueden tocar pero no mezclar, algo absurdo. Por ejemplo, he tenido la suerte de colaborar con PHotoESPAÑA en varias ocasiones y me siento supercómoda.

Tu trayectoria artística está íntimamente ligada a tu labor como docente. ¿Qué es lo más interesante para ti de ese equilibrio?
Ambas carreras han ido en paralelo. Yo realizo investigaciones para mis clases y, en muchas ocasiones, mis proyectos se basan en ellas. Es bonito ver cómo se entrelazan. Por ejemplo, cuando participé en el Festival de las Ideas de la mano de PHotoESPAÑA PRO Talento a bordo, presenté un proyecto que proponía el uso del PowerPoint como herramienta creativa. Algo que usas en clase para transmitir ideas a los alumnos puede convertirse en un proyecto artístico si lo trabajas de otra forma. Me interesan mucho ese tipo de intersecciones que surgen de forma supernatural en el día a día.

“Mi trabajo es referencial, no persigo la originalidad”, aseguraste en otra entrevista. ¿Dirías que tu talento reside en la capacidad para investigar, repensar y redefinir imágenes?
No entiendo la originalidad como algo real. Hay un libro muy interesante de Rosalind Krauss en el que habla del mito de la originalidad en las vanguardias. Por ejemplo, analizó la influencia del arte africano en Picasso. Es decir, todo proviene de algún sitio y eso es bello también. Para mí, más que ocultar esos referentes, lo interesante es asumirlos, evidenciarlos y trabajar con ellos. Partes desde la humildad, domesticas tu ego y no persigues una originalidad que, al final, se acaba dando de alguna manera; la gente entiende que es tu forma específica de hacer las cosas. El “yo he inventado” o el “yo he descubierto” es una actitud que no me interesa en el arte.

“Mientras exista la humanidad, el arte, no solo la fotografía, será inmortal. La necesidad de representar, replicar y preservar la realidad nos ha acompañado siempre”

La fotografía no escapa a la sobreproducción, lo que te ha impulsado a definirte en alguna ocasión como “ecologista visual”. ¿En qué se concreta?
La aparición de los smartphones y las redes sociales supuso un cambio de paradigma, y la fotografía es el símbolo perfecto de dicho cambio. A partir de ahí surge la idea de la ecología visual, que es trabajar con imágenes que ya están ahí y son de dominio público. Hago una labor que también podríamos llamar de arqueología visual, recuperando imágenes que conectan con el presente y con una serie de discursos, como la ecología o el feminismo.

Pese a la sobreabundancia de imágenes actual, ¿nos falta cultura visual? ¿Es algo que percibes también entre tus alumnos?
Ya estamos viendo cómo la saturación de información provoca desinformación porque la gente no sabe navegarla. Con la imagen ocurre algo similar. Mis alumnos tienen una intuición visual brutal —en eso llegan más avanzados—, pero tienen menos espíritu crítico. El pensamiento crítico es vital, no solo para el arte, sino para la vida. Es algo que se puede ir diluyendo poco a poco y es necesario trabajarlo en clase. Su nivel de atención también es inferior y eso les dificulta determinados aprendizajes, así que la labor del profesor es hacer de puente, comprendiendo que ahora los canales son diferentes. Aun así, tengo mucha confianza en la gente joven. Hay esperanza.

La maternidad se ha convertido en eje esencial de tu producción reciente. ¿La mirada femenina tiene cada vez más peso en tu obra?
Mi maternidad —fue en 2017— tuvo un impacto vital que también alcanzó a mi trabajo. Es un tema que me encanta porque aún no hay suficientes referencias en ese sentido. Por suerte, cada vez hay más artistas ocupándose de ese tema. Creo que, por decirlo de alguna forma, nos lo pide el cuerpo, es algo natural. En cualquier caso, esa mirada femenina siempre ha estado ahí porque la aproximación crítica a la imagen, como práctica artística, está ligada al feminismo. Artistas como Sherrie Levine, por ejemplo.

Defiendes que la fotografía ha muerto y resucitado en varias ocasiones. ¿Es algo así como inmortal?
Mientras exista la humanidad, el arte, no solo la fotografía, será inmortal. La necesidad de representar, replicar y preservar la realidad nos ha acompañado siempre y hemos desarrollado distintas herramientas para hacerlo a lo largo de la historia. La fotografía es una de ellas. Es verdad que la imagen en movimiento está desplazando a la fotografía. En cualquier caso, a la velocidad que avanza la tecnología es difícil predecir qué va a ocurrir.

La fotografía perdió gran parte de su condición material con la llegada de lo digital. Como testigo de ese proceso, ¿anhelas ese pasado más analógico?
Yo no habito en la nostalgia. No soy mucho de anhelar, ni en mi vida ni en mi práctica artística. Aunque trabaje con temas históricos, no quiero hacer una práctica anclada al pasado o que salvaguarde el pasado. Tampoco intento visualizar el futuro porque comprender el presente ya me parece complicadísimo. La fotografía vernácula ha perdido materialidad: ya no tenemos casi álbumes en casa, tenemos las fotos en el móvil. Curiosamente, desde la práctica artística ha surgido lo contrario. Yo me siento cómoda en esa esfera en la que la fotografía se vuelve algo material, algo escultórico, por ejemplo. También me gusta mucho trabajar el collage porque es algo manual. Me interesa esa materialidad.